sábado, 12 de marzo de 2016

BORN TO RUN - BRUCE SPRINGSTEEN

Y la respuesta llegó. Y vaya si llegó. Qué no se habrá escrito ya de este artefacto. El objetivo no es repetir lo cojonudísimo que es el disco, que lo es hasta límites inalcanzables para casi todos los mortales. Porque resulta que el ''perdedor'' ganó, tras dos discos brutales pero incomprendidos y no suficientemente valorados llegó Born To Run. Es la declaración de principios definitiva: en un pueblo de perdedores, él quiere ganar. Y lo consigue, desde el primer acorde de Thunder Road al último compás de Jungleland. Las intenciones ya se veían, Bruce iba a ser grande. Sin este álbum lo habría sido, sin más. Pero son discos como este los que diferencian a los grandes de las leyendas. Y el Boss pertenece a estos últimos. Acompañado, como en todos sus LPs buenos, por la incombustible E Street Band, las canciones de este disco son inmortales por derecho propio. Cómo olvidar ese piano de Thunder Road, quién sabe si la mejor canción que jamás haya compuesto Springsteen. Y el saxo adictivo a niveles superlativos de Tenth Avenue Freeze-Out, cortesía del único e inigualable Clarence Clemons que en tantos discos del Boss ha aportado su grano de arena y que tantos minutos de gloria en forma de canciones nos ha dado. Desde este insignificante sitio, recuerdo enorme para él. También imprescindible ese riff de Born To Run, uno de los más conocidos de su discografía pero no por ello menos importante. Y pedazo portada, con Bruce presumiendo de Telecaster acompañado del ya mencionado Clarence Clemons, sombrero y saxo que también forman parte de él. Y cómo no hablar de la espectacular épica de Jungleland. El momento de la intro con el piano, obra de Roy Bittan es simplemente cojonudo. Estamos ante una de las cumbres musicales del jefe. No es difícil hacer canciones largas, que superen la duración comercial típica de los tres minutos y medio. Lo verdaderamente jodido es conseguir que aporten algo al oyente, que sean relevantes. Que su escucha no deje indiferente. Y en los dos cortes largos del disco, Backstreets y Jungleland, Bruce lo consigue, y de qué manera. Porque Jungleland es pura fantasía musical, pero es que Backstreets tiene magia. Como casi todo el disco, al que solo se le puede reprochar que Meeting Across The River no está al nivel del resto y, ojo, sin ser en absoluto una mala canción. Pero el balance final es de disco para la posterioridad, de esos que no tienen fecha de caducidad. Con el apoyo de la maravillosa E Street Band Bruce se marca un puntazo en su ya larguísima trayectoria, un disco imprescindible. Una puta gozada.


AÑO 1968

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