miércoles, 2 de julio de 2014

WISH YOU WERE HERE - PINK FLOYD


Cinco canciones. Y en términos de calidad, es probablemente el punto más alto de la exquisita discografía de Pink Floyd, cuya escucha constituye uno de los mayores placeres que puede experimentar el género humano.
No es tan popular como el Dark Side Of The Moon, ni las ventas fueron las mismas, pero eso no impide que este espléndido Wish You Were Here sea el disco que es.
La misión de suceder un álbum como el Dark Side puede ser un imposible, a no ser que seas tan bueno como Pink Floyd y superes incluso lo que ya parecía destinado a ser tu obra maestra.
Si hay una palabra para definir este grandioso trabajo, esa es fusión. Fusión de estilos, porque eso de decir que Pink Floyd era una banda de rock progresivo es como decir que los Beatles hacían pop. 
De instrumentos, ya que aparte de guitarra, bajo y batería se utilizan teclados, saxos o incluso violines (en Wish You Were Here).
De productores, apareciendo hasta un total de nueve en los créditos entre ingenieros, fotógrafos, técnicos...
Y de músicos, ya que aparte de los cuatro de siempre hay otros cinco más. Uno de ellos, Roy Harper, canta en Have A Cigar.
Richard Wright y David Gilmour citan este álbum como su favorito de la banda, y no es de extrañar.
Con este disco la banda introduce un nuevo concepto de álbum que continuaría explorando en su siguiente trabajo, Animals. Ese nueva forma se basa en disminuir el número de temas y aumentar su duración. Así, el total de minutos está en torno a los cuarenta, como un disco convencional, pero en vez de diez u once canciones ahora hay cinco. 
Musicalmente, el disco contiene el mejor momento de toda la carrera de Pink Floyd: Shine On You Crazy Diamond. Ahí estarán Comfortably Numb, Time o Money, pero la cima de Pink Floyd es esta maravilla de más de veintiséis minutos de duración, influida por el jazz y en la que quedan satisfechas todas las ambiciones de un grupo para la historia. Todos los adjetivos son insuficientes a la hora de intentar describir esta pieza, que no canción, pues hablamos de una obra maestra. Está dedicada a Syd Barrett, que desde luego puede sentirse más que satisfecho. Si Pink Floyd no hubiesen existido, habría que haberlos inventado. 

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